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Semana 50: Día 350: Los guerreros veganos

Creo que tengo una relación sinérgica con mi entrenador. Cuando me pongo las pilas creo que lo entusiasmo y se engancha más en entrenarme. Ya hace más tiempo que entrenamos juntos bajo «Semana 52» que lo previo, o sea que ya me ha visto tres años entrenando duro, cuidándome con lo que como y bebo, contra los dos años previos donde hacía cualquiera.

Hace un año decidí hacerme vegano, y Germán me acompañó, incorporando muchas cosas. Entonces se interiorizó en el tema y empezó a darme él indicaciones. Así terminamos enseñándonos mutuamente. Nunca le di tanta prioridad al gimnasio como en el último mes y medio. Estoy yendo entre tres y cinco veces a la semana, y eso se empezó a reflejar en mi cuerpo. Si me piden que me saque una foto ahora no veo ninguna diferencia con las que me saqué antes, pero hay ciertas poses o en la tensión de correr o levantar peso donde se empieza a vislumbrar.

En todo este ir y venir de motivación, donde ambos aprendimos mucho, Germán me vino insistiendo en que tenía que empezar a colgarme para obtener más masa muscular. Varias veces me mostró ejercicios que me resultaron imposibles. A él le costaban, pero llegaba a hacerlos. Y con este renovado entusiasmo mío por la musculación, venimos hablando de incoporar nuevas rutinas.

Muchas veces, cuando uno habla de ganar masa muscular, siempre surge un detractor del veganismo diciendo que sin proteína animal, no voy a poder lograr nada. Ni mucho ni poco: NADA. Yo llevo un año entero sin consumir derivados de animales de ningún tipo (ni leche ni huevos) y pude progresar como siempre (dependiendo, claro, de que me ponga las pilas). Doy fe de que todo lo que da la carne o los lácteos es reemplazable. Para muestra basta ver cómo me fue este año en las carreras o la cantidad de músculo que gané desde que volví al gimnasio.

Y en todo este ir y venir con Germán, mientras ideamos la nueva rutina, me acercó estos videos que les comparto. Son de un grupo que se hacen llamar «Vegan Warriors» (Guerreros veganos), que difunden la vida sana y el entrenamiento duro sin que eso involucre el sufrimiento de los animales. Cuando los vi, no podía salir de mi asombro. ¿Es eso posible? ¿Se puede alcanzar ese nivel de desarrollo muscular sin recurrir a suplementos derivados de la leche o del huevo? Sí, se puede. ¿Y podría hacerlo yo? No me cabe duda. Para mí no es una cuestión de si es posible o imposible, sino de cuándo. Mis prioridades son otras, puntualmente el fondismo, que todos sabemos que consume músculo. Además el tiempo de entrenamiento de esta gente debe ser muy intenso, o al menos debe llevarles varios años. Quizá si me pongo un blog nuevo llamado «Semana 520″…

Pero no voy a dudar de mí mismo. Yo soy la prueba de que no hace falta la proteína animal para progresar. En el otro extremo están los Guerreros Veganos, y me parece una buena meta. Creo que tengo que empezar a colgarme…

Semana 50: Día 349: La batalla de Maratón, 2503 años después

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Muchos historiadores coinciden en que la batalla de Maratón tuvo lugar el 12 de septiembre del año 490 antes de Cristo. Por supuesto que en aquella época no utilizaban nuestro calendario, y no me pregunten cuál era porque eso no lo estudié.

Como cualquiera puede deducir, la batalla que tuvo lugar en estas playas terminó inspirando la carrera de 42 km conocida como «maratón». El mito dice que el mensajero Filípides corrió unos 40 km para dar aviso a las mujeres atenienses de que los persas habían sido derrotados. Los invasores iban a convertir a todos en sus esclavos (y probablemente a realizar actos muy crueles sobre ellos), y en Atenas era preferible la muerte, así que las madres iban a dar muerte a todos los niños y a suicidarse si no tenían noticias del frente de batalla.

Probablemente haya mucho de ficción mezclado en este relato, pero hay certeza de que esta batalla sí ocurrió, y que los atenienses ganaron no por su número (que era desmesuradamente inferior, al estilo de los 300 guerreros espartanos), sino por su astucia. En lugar de formar en un bloque con varias filas, se formaron a lo largo de toda la costa. Así atacaron a las formaciones invasoras (conformadas por esclavos, que no luchaban con el mismo entusiasmo que quien defendía sus tierras y su libertad), cerrándose en forma de pinza y atacando de todos los costados. Algo que hoy nos puede parecer muy obvio, en aquella época fue una estrategia novedosa que dio vuelta el trablero. El mundo occidental podría haber sido muy diferente al que conocemos si las fuerzas de Jerjes hubiesen conquistado Atenas.

Como ya comenté otras veces, Heródoto, historiador contemporaneo a esta época, cuenta que el mensajero fue a pedir ayuda a los espartanos para enfrentar a los persas, con quienes aparentemente no tenían buena relación. Ellos pusieron de excusa la fiesta llamada «carnea» para no ir a la batalla, pero prometieron que se unirían en pocos días. Quienes tengan presente la película «300» recordarán que el rey Leonidas tenía prohibido ir a enfrentar a Jerjes por este mismo motivo, por lo cual el líder espartano no fue a la batalla con todo su ejército, sino que dijo que se iba de paseo… con su guardia personal de 300 soldados.

Heródoto dio otro dato, que fue que el mensajero tardó un día y medio. Hay quienes creen que no fue un corredor sino dos, y que alguno de ellos murió al dar la noticia del triunfo en Atenas. Calculando la distancia total entre Atenas y Esparta, y con el límite de 36 horas, nació la Espartatlón, el capricho actual de este blog. Creemos que todas estas cosas tuvieron su origen hace exactamente 2503 años. Hablamos de una época previa al cristianismo… al nacimiento de Jesús inclusive. Nuestra sociedad estaba todavía en pañales, y muchísimas cosas han cambiado desde aquel entonces a nivel político y cultural, pero la palabra «maratón» sigue representando la épica y una lucha que por suerte no es contra otro ser humano, sino contra uno mismo.

La distancia de esta mítica carrera fue variando hasta que se decidió el convencionalismo de los 42 kilómetros con 195 metros. El escritor Murakami fue a recorrer esa distancia, contratado por una revista que quería una crónica suya de la experiencia, y me motivó a intentarlo del mismo modo que él: sin que sea una carrera oficial, corriendo al costado del trayecto oficial (en la banquina de una ruta), en el sentido inverso (Atenas a Maratón). Mi amigo Gerjo me acompañó para sacar fotos, actualizar el twitter y asistirme. Lo hice el último día de Semana 52, el 31 de agosto de 2011.

Tomé unas pocas clases de griego, que me permitieron leer carteles en el trayecto (sin entenderlos) y ocupar mi cabeza. Fue una experiencia muy dura, hacía mucho calor y estaba solo (Gerjo no podía estar todo el tiempo a mi lado, a paso de hombre, ya que los griegos manejan peor que los argentinos). Sobre el final había unas cuestas que me provocaron dolorosos calambres, y el paisaje en gran parte de la carrera era gris, apagado y sin la gloria que yo imaginaba. Murakami narró su experiencia con un dejo de insensibilidad, y yo pensé que iba a estar todo el tiempo alucinando por estar corriendo ahí mismo.

Cualquiera diría que fue una decepción, pero cuando ya estaba oficialmente en Maratón y el sol me quemaba la piel, di una vuelta por el antiguo cementerio (donde descansarán las víctimas de esa histórica batalla) y empecé a sentir algo que solo podría describir como «mística». Llegué al estadio de Maratón y cuando faltaban pocos metros pegué un pique con todas mis fuerzas, subiendo unos escalones y desplomándome frente a la estatua del dios Hermes, que habían construido para conmemorar los 2500 años de la maratón. Ahí me quedé, recuperando el aire, intentando dimensionar todo eso que acababa de hacer. De fondo flameaba una bandera griega, las letras del edificio confirmaban que estábamos en Maratón, y las piernas se me petrificaron en ese instante. Grité de dolor al querer levantarme, pero pasé de la agonía a una felicidad inmensa. Cuando me pude incorporar, Gerjo me sacó una foto para su campaña por la diversidad afectiva. Me costaba estar de pie, pero el orgullo me sostenía.

Sufrí, mucho. Hablé por teléfono con mi papá, con el llanto atravesado en mi garganta. Eran las 9 de la mañana en Maratón, mientras que en Buenos Aires debían ser como las 3 de la madrugada. ¿Cómo llegué hasta ahí? ¿En qué momento decidí irme hasta ahí, solo para correr, me pagué un pasaje en avión, estadía, y todo el esfuerzo que eso conlleva? No lo sé, pero cada vez que lo recuerdo, que lo cuento o lo escribo, se me acelera el pulso y se me erizan los pelos de los brazos. Esto ocurrió hace tres años, conmemorando aquello que se inició hace 2500, y sigue siendo uno de los recuerdos más felices de toda mi vida.

Y voy a caer en un lugar común. Esto podrá haber empezado hace toda esa pila de años, pero por suerte está lejos de terminar. En la maratón cada uno libra su propia batalla personal, y llega a la meta con lo justo, casi como Filípides. Podríamos decir que nosotros también damos la vida al llegar a destino, solo que, de algún modo, al terminar una maratón todo el sufrimiento cobra sentido. Es ahí que renacemos y nos sentimos verdaderamente vivos.

Semana 50: Día 348: Cosas que he roto por correr

Muchos le temen a hacer deporte. Le huyen como si fuera la peste, temerosos de muchos fantasmas como que correr fija la celulitis (un mito infundado), que se te agranda el corazón y te morís (crece, pero causa el efecto contrario) y tantas otras cosas. Hace mucho que no le tiro letra a los detractores del running, así que aquí va un nuevo intento: las cosas que he roto por correr… ¡¡¡y que te podrían pasar a ti!!!

Empecemos de abajo para arriba. Antes de entrenar asiduamente, las zapatillas me duraban años. Literalmente las usaba hasta que se me deshacían en los pies. Una vez iba caminando por la calle y el talón de la suela se desprendió cruzando la avenida. De golpe una pierna era 5 cm más corta que la otra. Pero esto ocurría al cabo de varios años, y ahora que corro entre 150 y 300 km por mes, con suerte me duran cinco meses. Los cordones se cortan, se agujerean en la punta y a los costados (donde se pliega el pie), los talones escarban por dentro, carcomiendo el material… Las zapatillas sufren y jamás las cambié con tanta frecuencia como ahora (y eso que no escatimo a la hora de comprar).
Si esto pasa con el calzado, ni hablar que con las medias es peor. Llegué al punto de comprarme las más truchas para hacerlas de goma entrenando, así cuido las más pro para las carreras o entrenamientos largos. Siempre se agujerean en el dedo gordo, lo que constituye una imagen tristísima.

Los pantalones cortos corren la misma suerte. Desconozco si a las mujeres les pasa lo mismo, pero a mí se me agujerean en la entrepierna, lo cual me favorece la ventilación en días calurosos, pero me suben la temperatura por la vergüenza. Lo mismo me pasa con las calzas. No sé si lo conté, pero en la maratón Río corrí con un hermoso par debajo de mi pantalón corto. Obviamente que uso calzas para no ponerme ropa interior. De pronto sentí… cómo decirlo con elegancia… que la costura cedía y cierta parte de mi anatomía se colaba por el hueco, depositándose cómodamente. Me faltaban como 5 kilómetros para terminar, y lo hice con disimulados giros de cadera para poner las cosas en su lugar.

Las remeras, huelga decirlo, son indestructibles. Ninguna se me rompió corriendo, probablemente porque la zona de destrucción ocurre de la cintura para abajo. Pero sí se me desgastaron muchas (al igual que algunos buzos y remeras de manga larga) por las tiras de la mochila hidratadora.

Quizás el elemento que no es ropa y que más destruí fueron los audífonos. Igual estoy seguro de que las empresas de electrónica las hacen tan frágiles como para romperlas con un soplido. No importó si había pagado mucho o poco, si iban dentro del oído o enganchados a las orejas como con esos modelos sport. Si no se rompían en la ficha, se hacían trizas en el otro extremo, en los auriculares.

Por último, lo que más he roto es a mí mismo. Rodillas, uñas, tibial, costillas… castigué a toda mi anatomía. Las ampollas, que como no sabemos para qué sirven las reventamos al instante, dejan piel suelta que insisto en tironear y arrancar. Una semana antes de la media maratón me saqué un buen trozo de piel del dedo chiquito del pie izquierdo. Como lo último no se despegaba, tiré y tiré al punto de que salió con sangre y todo. Estuve rengueando por ese dolor agudo cuando pisaba, sintiéndome el más imbécil por autoflagelarme tan cerca de una carrera.
Pero a los que nos gusta esto de la actividad física, estas cosas que suenan tan terribles nos resultan moneda corriente. Todo lo que se rompe, se reemplaza o se arregla… ya sea un par de zapatillas o las uñas de los pies.

Semana 50: Día 347: Y ahora… los 42 km

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Ya con la euforia de la Media Maratón a la baja, llega el turno de la carrera por excelencia, la distancia perfecta: los 42 kilómetros con 195 metros.

Aunque a algunos les parezca una obviedad y a otros una novedad, correr esa distancia no es lo mismo que hacer 21 km dos veces. Todo lo que yo hice el domingo pasado no lo podría mantener durante tres horas y pico. No pasé el umbral del consumo total de reservas de hidratos de carbono, no sentí la aparición de ácido láctico, no me acalambré ni me deshidraté. Crucé la meta con mucha motivación y energía de sobra (no hubiese podido ir más rápido, pero sí seguir corriendo). Eso no quiere decir que en la maratón pueda repetir y duplicar mi performance.

La página oficial de la carrera tiene un apartado que encuentro meramente lúdico: si uno ingresa ciertos desempeños en distancias (1500 metros, 3000 metros, etc) indica en cuánto se va a terminar los 42 km. Me presulta muy impreciso, pero bueno, igual le ingresé mis tiempos en la media, y dice que tendría que hacer la maratón en 3 horas y 5 minutos. ¡Sería fantástico! Pero también significaría bajar mis tiempos en 20 minutos, un salto que podría llegar a dar algún día, pero no lo veo factible para dentro de un mes.

De todos modos quiero llegar bien al día de la largada. Siento que el entrenamiento está dando sus frutos: estoy más magro, más liviano, y concentrado en el objetivo final, que es el de las ultramaratones. Para mí, 42 km tendrían que ser un entrenamiento más, y es por eso que no me conviene hacerlo a toda máquina. Por ahí buscar un tiempo entre las tres horas y media y las cuatro. Algo que para mí historial sea conservador.

Pero me va a ser imposible. Ese día, lo sé, voy a estar tremendamente motivado, voy a querer despegarme del pelotón y ponerle todo el corazón a esa experiencia. Va a ser difícil contenerme, pero quizá sea lo más inteligente… si sigo teniendo presente mi objetivo final.

Recién hoy pude ver la clasificación oficial de mi media maratón. Aunque ya la había visto, se la comenté por privado a Germán, mi entrenador, y le dije que no lo quería hacer público… porque me daba vergüenza. Creo en la superación personal, y estoy convencido de que es más importante que llegar antes que otro corredor. Debería decir que no me gusta el autobombo, pero en realidad lo que más que angustia es que los demás crean que tengo una imagen muy elevada de mí y que me la creo mucho. Por ahí aclarar que estoy constantemente exigiéndome, disconforme casi siempre con mi desempeño y que siento todo el tiempo que puedo mejorar, tendría un efecto contrario. Pero es la verdad, solo me importa ser más rápido de lo que supe ser.

Bueno, eso. Germán me dijo que lo comparta igual. Y aprendí a no cuestionarlo cuando yo no me animo a hacer algo y él me insiste en que lo haga. En un mes y moneditas todo esto no va a importar, porque voy a estar de nuevo concentrado en una carrera, intentando mejorar distancias más que tiempos.

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Semana 50: Día 346: Críticas a la Media Maratón

Yo disfruté mucho de los 21k de Buenos Aires. En lo que a mí respecta, fue perfecta. Hice mejor tiempo del que esperaba, el sol acompañó, vi a muchos, muchos amigos (todos hechos gracias a correr) y durante el trayecto, además de transitar lugares increíbles, tomé y comí lo que me hizo falta, provisto todo por la organización.
Por eso me sorprendió el tono de muchas críticas que leí ayer y hoy. La incuestionable, que la viví a través de mis compañeros de Puma Runners, fue el caos absoluto del guardarropas. Vane lo dijo muy bien, después de hacer 40 minutos de anárquica cola: «Esto es el último contacto que tiene la organización con el corredor. Si te quedas con esta impresión, te arruinan la carrera».
Quizás el anonimato de Facebook haya ayudado a que muchos se descargaron en la página oficial de la media maratón si ninguna clase de filtro. Todos hablaban del guardarropas, pero también de los chips descartables que se despegaban. También la desorganización de la llegada, donde se amontonaba la gente que ya había corrido. Independientemente de que debe ser muy, pero muy difícil ordenar a miles y miles de participantes, hay cosas que creo que son responsabilidad de los corredores. Despejar el área de llegada está en cada uno. Vi a gente tirada en el piso estirando, a 10 metros del fin del corralito. ¿Hacía falta? Después está esa obsesión que no entiendo de terminar de correr 21 km y ponerte a hacer una larguísima fila para que te saquen una foto y la publique una conocida publicación de running. Era como si regalaran algo… ¡Solo les regalan publicidad! Además, estaban estratégicamente ubicados para agarrar a los participantes apenas salían, en lugar de hacerlo a un costado. La cola era tan larga que, obviamente, entorpecía el flujo de los finishers.
Otro reclamo que me parece es compartido (si no es exclusivamente culpa nuestra) es la cantidad de basura. No es para nada difícil usar la misma bolsa que daban de promoción para tirar ahí nuestras cosas, hasta que encontremos un tacho.
La crítica más absurda que leí no fue de parte de corredores, sino de vecinos que estaban molestos haber sido despertados por los gritos de los corredores y la música de Los Beatles. «Piensen en los vecinos», pedía, como si una carrera como esta no pusiera al barrio ya la ciudad en un valor más alto. Para cerrar, proponía trasladar estas competencias a la Reserva Ecológica, como si 17 mil personas pudiésemos completar 21 km ahí adentro.
Creo que el hecho de que haya tanta gente compitiendo le termina jugando en contra. Por un lado, estos números son muy difíciles de manejar (poco tiene que ver con idoneidad), y por el otro, no se puede complacer a todo el mundo…

Semana 50: Día 345: La Media Maratón de la Ciudad de Buenos Aires

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Ayer intuí que hoy iba a ser un gran día. No me equivoqué.

Faltan tres semanas para que termine este año y complete las 52 semanas. No se va a caracterizar por alguna gloriosa carrera en la que haya participado, sino que ahora que miro hacia atrás veo que podría haber llamado a esta temporada como «Un atleta vegano». El cambio en mi alimentación fue el más importante, y el no haberme podido inscribir en la Espartatlón por falta de cupo hace que mi meta máxima espere un año más.

Pero eso no quiere decir que no haya tenido muchos logros personales en este tiempo, tanto a nivel personal como deportivo. «Orden es progreso», me dijo hoy Juanca al teléfono, antes de volverse a Venado Tuerto. Y lo dijo felicitándome por mi departamento y cómo está todo organizado. Ser vegano también implica tener mucho orden en la cabeza y en la cocina, y también es un requisito para conquistar metas.

Hoy corrí los 21 km de la Ciudad de Buenos Aires, sin pensar que iba a ser la «última» carrera de esta temporada de Semana 52. Seguro, en un mes está la Maratón, pero eso ya va a entrar en la nueva temporada, de cara a la Espartatlón. No lo venía pensando mientras corría por mis calles, pero sí me dije, y me lo repetí muchas veces, que esta tenía que ser la última vez que buscaba velocidad. Es hora de intentar alcanzar distancias, superar la barrera de los 100 km y vivir para contarlo.

No es casual que haya mencionado a Juanca, ya que este fiel lector del blog, que hoy es un amigo, vino a correr esta media maratón y aprovechamos para vernos en persona. Confirmé que Juanca no es un ser virtual, sino que existe y es en 3D. Él es vocero de Espera por la Vida, y nos trajo a todos los Puma Runners unas pulseritas hechas por él mismo para correr por Benicio, el chiquito de 8 meses que fue operado del corazón. Si hubiese una forma de medir esta campaña íntima (pero no menos importante), debería decir que fue un éxito, porque mientras las repartíamos hoy, a las 7 de la mañana, una corredora desconocida se acercó, y al escuchar la historia pidió una para ella.

Yo soy ansioso, y eso de coordinar para que gente de Pilar y San Isidro se levanten en horario, salgan de sus casas y consigan dónde estacionar, todo previo a la largada de una carrera, era algo que me tenía un poco nervioso. Teníamos que repartir kits todavía, más las pulseras, sacarnos unas fotos para seguir promocionando la importantísima labor de concientización de Espera por la Vida, ir al baño, dejar las cosas en los guardarropas y buscar nuestro lugar en la salida. ¡Era mucho! Pero dije que iba a ser un buen día, y todo nos salió bien (bueno, casi todo… a uno de los Puma Runners se le rompió el auto camino a la carrera y se quedó en su casa, maldiciendo por su suerte).

Entre los amigos que estaba ahí conmigo y que también hice con el blog estaba Nico, otro «loco» que descubrió el poder del running. Ni hace seis meses que entrena y hoy hizo la media maratón. Ir a una carrera tan linda, con tus amigos de siempre y los nuevos, es más de lo que cualquiera podría pedir.

Con Marcelo, asiduo compañero de aventuras, y Nico, nos fuimos abriendo paso entre los otros corredores y nos pusimos lo más cerca (humanamente posible) de la largada. Aunque teníamos el arco bastante cerca, pasamos por debajo cuando el cronómetro ya marcaba un minuto de carrera. Para mí eso es clave, porque con 17.500 inscriptos se hace un importante embudo. Más relajados, el resto de los Puma Runners arrancaron de más atrás, y cruzaron la línea de largada como a los cinco minutos.

Correr era físicamente complicado, porque la gente no terminaba de abrirse. Cuando encontrábamos un hueco nos metíamos a toda velocidad, pero enseguida teníamos que frenarnos. Veníamos por Figueroa Alcorta, y después de ver a un montón de gente improvisar un «carril rápido» por la vereda, nos mandamos. Recién ahí pudimos ir a buena velocidad, buscando siempre despegarnos del malón.

El recorrido de este año fue distinto, y no nos metimos en Libertador por la calle Dorrego. Pero cruzamos las vías del tren por debajo del puente, que es algo que a mí me encanta. Sé que puede parecer algo bastante trivial, pero es una curva donde los autos pasan quemando llantas, y no solo me encantan las formas y los colores del metal y el ladrillo formando esa estructura, sino que disfruto cada vez que le ganamos un cachito de espacio al tránsito.

Mi reloj marcaba una velocidad de 4 minutos 10, y a veces lo bajábamos. Hasta ese momento le creía al bendito aparato. Los shows de música y baile que están alternados con la hidratación le da otro color a la carrera, y me di el gusto de acompañar algunas estrofas de una canción de los Beatles mientras iba corriendo. El clima era espectacular, y la remera me empezó a dar calor, así que me la saqué. La llevé en la mano todo el recorrido, y supongo que cuando vea las fotos de la Media Maratón me voy a poder encontrar más fácil. Habrá que buscar al espantapájaros.

El recorrido tuvo algunas diferencias, pero ciertas partes se mantuvieron, como pasar por el Obelisco, la Casa Rosada, Plaza de Mayo, el Cabildo… no hay carrera más turística que esta (bueno, quizá la maratón, pero también es una competencia mucho más dura). Por Retiro me separé de Marcelo, y aunque quería correrla con él, pensé que en un momento me iba a cansar y que no iba a poder seguirle el ritmo. Pero no sé qué me pasó, estaba como poseído por fuerzas desconocidas. No podía bajar el ritmo, venía abriendo la zancada y corriendo con todo el corazón. Me di vuelta varias veces para buscarlo pero dejé de verlo. Paré para tomar Gatorade (y no volcármelo todo encima) y aproveché para buscarlo entre los miles de corredores… pero nada. Decidí seguir y ver hasta dónde podía apretar.

Estuve todo el recorrido yendo rápido, pero cómodo. Podría haber ido más tranquilo y disfrutado más del paisaje, pero para mí lo importante era que estaba haciendo un muy buen tiempo y que nada me preocupaba. En un momento mi GPS dejó de coincidir con los carteles de kilometraje de la organización. Yo tenía un kilómetro 100 metros de más. ¡Era demasiado! Le preguntaba a otros corredores que miraban sus relojes y el mío era el único desfazado. Me hizo sonar algunas alarmas en la cabeza, porque uno regula en base a lo que le falta, y mil metros es una enorme diferencia en la que uno tranquilamente se puede quemar… pero decidí que mi reloj solo me marque el tiempo que venía corriendo, y la distancia la medía con los carteles.

Tomé un par de vasos de Gatorade, que igualmente estaban llenos hasta menos de la mitad, y tres botellitas de agua (otro punto a favor de esta carrera es que el agua… ¡tiene sodio!). También me hice de algunos trozos de banana, y quise comprobar que con eso me alcanzaba para tirar los 21 kilómetros. No me equivoqué. He tenido fondos en entrenamientos donde aguanté con menos. Dejo los geles para la maratón o las carreras más largas.

Otra de mis partes favoritas de este recorrido es subir la autopista. Ahí, más que nunca, recorremos a pie un camino absolutamente vedado a los peatones. Además, el sol brillaba fuerte y calentaba la piel. Me agradecí por la iniciativa de estar corriendo en cuero.

El paso bajo nivel, que yo creía que era la parte más dura de la carrera, me resultó menos temible de lo que recordaba. Quizá el entenamiento, sobre todo en cuestas, ayuda, además de que me acostumbré a distancias más largas y no lo hice tan cansado. Me sirvió que hayan cambiado el punto de largada, corriéndolo unos 200 metros. Al estar llegando, después de meternos un tramo por los lagos de Palermo, la meta se vislumbraba mucho mejor, y al tener todo ese trayecto bastante memorizado, hasta parecía que estaba más cerca. Recurrí a todo mi entrenamiento, en especial de técnica, y levanté los tobillos para dar zancadas más largas y ganar velocidad. En la entrega de kits me encontré con un lector de este blog, Diego, al que le dije que me conformaba con hacer un tiempo de 1:45, y a medida que me acercaba al cronómetro oficial, pude ver que estaba por debajo de los 90 minutos. Culminé mi media maratón con un sprint furioso, grité «¡¡¡ESPARTAAA!!!» y frené mi reloj en 1:26:45. ¡Mucho mejor de lo que me animaba a imaginar!

Mi alegría era inmensa. No sé en qué ubicación estoy de la general, pero es algo que no me importa tanto siendo que le gané a la única persona que realmente me importaba, que era yo mismo. En 2010 hice esta misma carrera en 1:57, y sacarle media hora es bajar el tiempo un 25%. Realmente, no puedo pedir más.

No me lesioné, no me dolió absolutamente nada, no sentí sed, ni hambre, y después pude compartir experiencias de carrera con amigos, como los de Actitud Deportiva, que conocí en Yaboty. Fue una experiencia realmente impresionante, y con esa marca de reloj, la página oficial de la Maratón dice que en Octubre tengo que hacer los 42K en 3 horas 5 minutos. Me mojó la oreja y me siento muy lejos… pero me prometí solo priorizar los fondos y no la marca horaria…

Hablando del reloj, cuando volví a casa quise investigar por qué me había dado tanta diferencia. Además, en el resumen de la carrera me decía que mi velocidad máxima había sido… ¡45 kilómetros! ¿Qué le queda a Usain Bolt y todos los campeones velocistas si yo puedo terminar una maratón en una hora? Cuando descargué a Movescount la información del recorrido, pude constatar que bajando Corrientes hacia la Avenida Alem metí un pique, aprovechando el desnivel, y doblé muy cerrado. Según el Suunto eso lo hice a 1:33 minutos el kilómetro, algo que quizá sea imposible para un ser humano, pero definitivamente nunca lo podría hacer yo. Quizá un satélite explotó en el espacio, o había alguna clase de interferencia, pero viendo el recorrido era como si hubiese cruzado para correr por adentro del Centro Cultural Bicentenario. Luego viene una parte en la que al parecer hice un zigzagueo yendo de vereda a vereda de Alem (el tráfico no estaba cortado), y en lugar de subir hacia la Casa Rosada, me desvié hacia Ingeniero Huergo, rodeando la Plaza Colón, a velocidades asombrosas que nada tenían que ver con el recorrido. Ahí está ese kilómetro con cien metros de más que me descolocó la segunda mitad de la carrera. Una pena, porque hasta ahora mi historia con el reloj Suunto era de amor incondicional.

Volviendo a la media maratón, el punto más flojo de la organización, hay que decirlo, fueron los guardarropas. Mientras que el año pasado fue un ejemplo, con sectores separado por rangos de números de corredores, esta vez fue un verdadero caos, con un solo cubículo habilitado (y los demás extrañamente cerrados) y mareas de corredors que querían sus cosas para irse a su casa. La inexperiencia no cuenta como excusa, menos cuando un año atrás la cosa fue absolutamente lo opuesto. Yo, por suerte, tenía mis pertenencias en el auto de Nico, pero los miles de atletas que tienen este último contacto con la organización de la carrera se quedan con un mal sabor de boca.

Quedan 5 semanas para la Maratón de la Ciudad de Buenos Aires. Esta media es la última carrera de esta temporada de Semana 52, y para mí ha sido un maravilloso cierre. Los 42K van a ser la primera de la que seguramente sea la temporada final de este blog. En 55 semanas quiero estar uniendo Atenas con Esparta, un sueño para el que no voy a querer seguir esperando…

Probablemente una de las claves para ganar tiempo, además de salir bien adelante, fue no correr con el celular, sacando fotos. Por suerte lo tuve a Nico, que logró capturar muchos momentos espectaculares de los 21 km, que gentilmente comparte a continuación:

Semana 50: Día 344: Por qué la Media Maratón de la Ciudad va a ser excelente

Hace tres años yo corría la Media Maratón de la Ciudad de Buenos Aires… colado. No me había inscripto, y fui a acompañar a mi prima Vero y a una amiga. Casi que un par de días antes me había enterado de su existencia, el cupo máximo era de 10 mil corredores (este año se alcanzaron los 17 mil 500) y yo venía de hacer carreras de aventura… o sea que me preocupaba eso de aburrirme con el asfalto.

Fue la única vez que me colé en una competencia, aprovechándome de los recursos asignados para los corredores, como agua y medallas. Ahora parece una anécdota de un principiante, porque miro hacia atrás y es algo que no volvería a hacer. En esa oportunidad, con Semana 52 apenas empezando, hice 1 hora, 57 minutos, 35 segundos.

Esta, junto con la Maratón de la Ciudad, se convirtieron en mis carreras de calle favoritas. Tengo la oportunidad de imponerme con mis piernas en zonas vedadas a los peatones. Me intriga cómo va a ser el recorrido por la 9 de Julio, ahora que está el Metrobus. Pero es otra cosa más por la que quiero estar ahí.

Pronostico que mañana va a ser un gran día. Lejos va a quedar el diluvio del día de hoy, y estoy seguro de que el sol va a brillar. Ni siquiera parece que vayamos a tener frío, ya que se pronostican unos 15 grados para la largada. Aunque sean 8, ahí estaré, solo con mi remera.

El gran cambio de aquella media maratón de 2010 y la de mañana es que casi todos los Puma Runners vamos a estar ahí, corriendo. Salvo contadas excepciones, la mayoría del grupo se enganchó y estará probándose en esta clásica carrera. Para mí es una alegría muy grande, quiere decir que estamos muy unidos y que cada uno decidió vencer aquel prejuicio que tenía de que la calle era aburrida. Más de uno está corriendo 21 km por primera vez en su vida, una marca maravillosa para romper.

Es difícil para nosotros, los que vivimos en Buenos Aires, verla con ojos de turista. Pero correr por sus calles (y autopista) le da a uno una visión muy diferente. Seguro que va a ser un mar de gente y la largada será siempre complicada, pero todo va a valer la pena. Hoy me encontré con Juanca, lector, comentarista habitual de este blog, y nuevo amigo, que me regaló un medallero hecho con sus propias manos. Él está de visita desde Venado Tuerto, y va a poder ver la media maratón con más ojos de turista que yo. También me voy a juntar con Nico, otro habitué del blog, y los tres iremos hacia la largada, a ver qué tan cerca podemos dejar el auto (el primer gran desafío de mañana). Y haber hecho amigos con Semana 52 es realmente algo muy poderoso para mí. Ya en la entrega de kits de ayer se acercaron a saludarme, y es algo que nunca deja de sorprenderme. Este blog es la mejor experiencia que he tenido en mi vida, me ha ayudado a crecer y a probar cosas nuevas.

El recorrido de los 21 km ya de por sí vale el esfuerzo. Encontrarse con amigos, nuevos y de larga data, le suma muchísimo al evento. Y correr por Benicio, el recién nacido al que operaron del corazón el miércoles pasado, cierra todo el paquete. Porque a veces no nos damos cuenta de que las cosas que hacemos, incluso algo tan personal como correr, puede tener mucho impacto en el otro. Correr no solo nos ayuda a nosotros mismos, también inspira y le da fuerza y motivación a quienes lo necesitan. Mañana va a ser un gran día, y estoy muy contento de formar parte de él.