Semana 21: Día 147: Un fondo, en medio del dolor

Me cuesta escribir sobre mi actividad deportiva del día sin mencionar que hoy se cumple un año de la Tragedia de Once. Y realmente lo viví así, mientras corría y era consciente de que en ese mismo instante, familiares de las víctimas reclamaban por una justicia que nunca llega.

En el fondo, me interesa mucho contar mi experiencia a nivel deportivo, porque hice el entrenamiento más largo de mi vida. Pero el acto me atravesó como un cuchillo en el pecho y me sentiría poco honesto si no lo mencionara.

Anoche me acosté relativamente temprano, apenas pasadas las 11 de la noche. No dejé todo muy preparado, porque tenía planeado desayunar y aprovechar la digestión para los últimos preparativos. Correr 50 km era algo que me generaba bastante ansiedad. No me parecía algo imposible, pero el jueves de la semana pasada corrí 40 km y los últimos 5 fueron muy penosos. Mi intención era despertarme a las 5 de la mañana, para salir a las 6. Pero me terminé despertando a las 4:55. Apagué la alarma un minuto antes de que sonara y me preparé unos copos de maíz con pasas de uva rubias y Ades de naranja (el gusto «natural» escasea, no sé por qué).

Vicky me prestó su mochila hidratadora, que es bastante más chica que la mía. Cuando hice los 40 km, las tiras de mi mochila me hartaron casi todo el trayecto. Ahora los bolsillos tenían menos espacio, pero los atiborré de preztels uno y pasas con cubos de ananá abrillantada el otro. Cargué la bolsa hidratadora con dos litros de Gatorade de naranja, y vacié dos geles en una caramañola de 250 cc, que completé con agua. Me vestí, me pasé vaselina sólida en toda la cintura y en mis partes pudendas, fui al baño, y salí a la calle.

A las 6:15 todavía estaba oscuro. Corrí los primeros metros con lentes de sol y me sentí medio nabo, así que los llevé en la mano hasta que aclaró. Mi plan, que seguí al pie de la letra, era ir hasta la Avenida del Libertador hasta llegar a San Isidro (unos 15 km), darle una vuelta al Hipódromo, ir al bajo de Acassuso y completar hasta llegar a 25 km, para pegar la vuelta y cerrar el día de entrenamiento.

Lo que no preví era la cantidad de veces que iba a tener que hacer pis. Nunca leí una crónica de Dean Karnazes o Kilian Jornet diciendo que no se aguantaban vaciar la vejiga. Pero en mi caso no podía parar. Aproveché que era temprano y había poca gente, y en cuanto encontraba un árbol aprovechaba para evacuar. Esto resultó bastante incómodo, pero me las ingenié, siempre sin parar el reloj.

La única compañía que tenía ante semejante fondo era la radio. Sintonicé la Metro, el programa No somos nadie, que conduce Juan Pablo Varsky. Me iba a venir bien distraerme y a la vez estar informado. Lo agarré bien temprano, y cada tanto adelantaban la nota del día, que era el aniversario de la Tragedia del Once. Conforme salía el sol y la gente se iba despertando, pasaban los kilómetros, y físicamente me sentía muy bien. Pero cuando tuve que pegar la vuelta, pasando la calle Uruguay en San Isidro, coincidió con el inicio del acto en el Andén 2 de Plaza Miserere.

Corría muy entero, sorprendido por sentirme tan bien. Estaba entre perdido en mis pensamientos y atento a la radio. Cuando empezó el acto, en No somos nadie tuvieron el buen tino de dejar el audio abierto. El sonido de la sirena, recordando a las víctimas, me provocó mucha angustia. A veces me parecía que era un llanto desconsolado. Luego vino el minuto de silencio. Y no pude evitar ponerme en el lugar de esas personas, siendo que soy un asiduo viajante de tren. Correr me relaja y despeja mi mente, así que toda mi atención estaba en esa noticia y en ese lugar. La cronista dijo la palabra «desgarradora» y fue exactamente cómo me sentía.

Me sorprendió volver a la Ciudad de Buenos Aires y estar tan entero. No toqué el muro de los 30 km, de hecho seguí con un ritmo estable. Encontré que existía una diferencia abismal entre correr a la madrugada, como hice hoy, y el fondo de 40 km que encaré el jueves pasado, empezando a las 11 de la mañana. Debe ser una cuestión de hormonas, que están bien altas apenas uno se levanta.

Terminé muy entero, aliviado de que nos hayan instalado Fibertel y no volver a estar desconectado. Cosas que, puestas en perspectiva, me resultan triviales… pero le habíamos puesto toda nuestra expectativa a este cambio de empresa.

Fueron 50 kilómetros en 4 horas con 39 minutos, mucho mejor de lo que esperaba. No me caí a partir de los 30, ni sobre el final. Lo que es innegable es que las rodillas están muy exigidas. Más tarde quise correr a la estación de tren con el perro, y un dolor punzante en cada articulación me hizo sentir un anciano. Espero que una noche de sueño me reponga, aunque me siento muy bien en general.

Queda un largo camino para llegar a los 100 km. Estimo que habrá nuevos fondos que igualen o superen esta distancia. Ya voy sabiendo qué cosas repetir y cuáles no volver a hacer. Quizá sea muy inocente pretender que la próxima vez que me pase horas corriendo, inmerso en la radio, las noticias hablen de un país mejor y con justicia. Ojalá no parezca un deseo ridículo y que se convierta en nuestra vida cotidiana.

Publicado el 22 febrero, 2013 en Entrenamiento, Reflexiones y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 7 comentarios.

  1. Felicitaciones Martín. No hay tranco que no se pueda dar. Solo hay que dar el siguiente. Fácil decirlo aquí ja ja…Pero bueno avanti con fe en tu proyecto. Te dejo por si puedes y quieres sumar kilómetros de pensamientos, de corazón y esperanza como lo estamos haciendo por estos niños, príncipes y princesas con leucemia. Es llevarlos con nosotros, en nuestro correr, en nuestra inspiración que es lo que nos gusta, nosotros que podemos porque tenemos salud, y este empuje les llega a ellos y sus familias y los reconforta y alegra inmensamente. Aquí mi mano amigo y que estés bien…
    http://juancaminaesperaporlavida.blogspot.com.ar/

    • Gracias, Juanca. Impresionante el blog que montaste, espero poder ayudar. ¡Abrazo!

      • Gracias a vos Martín. Tu ejemplo, tu tozudez para graficar la persistencia de tu horizonte, sirve de mucho en un mundo quieto que necesita moverse por muchos motivos. Eres campeón y si puedes cuando compitas la próxima te doy el nombre de una princesita enferma que sepa que estás metiendo tranco, sudor, inspiración, pensamiento, corazón por ella. Lo saben ellos y se ponen, no lo sabes, inmensamente felices y contentos. Gracias Martín. Aquí mi mano y que se den los 100 k. Podrás. Abrazo Juanca.

        • Me interesa, contá conmigo. Ya viene la Adventure Race en Pinamar (unos 26 km), después la Ultra Buenos Aires (100 km) y una semana después la Patagonia Run (63 km). ¡Abrazo!

          • Gracias Martín. Cuando nos arrimemos, y te sigo, te paso por quien corrés. Veo junto a María de los Angeles quienes necesitan más de tu apoyo campeón. Es una alegría inmensa que te sumes empujando con tu corazón y tus sentimientos durante una carrera para que ellos sientan que los acompañamos en esta circunstancia tan trágica de la vida, tan pequeños. Gracias mil y fuerza en tus sueños tambien. Abrazo Juanca.

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